Salgo de mi casa con el rotundo silencio impregnado a mi alrededor, el cual recorre junto conmigo el pequeño y oscuro trazo de camino que conduce hasta la esquina de mi casa para aguardar al transporte que me conducirá hasta CUValles. Al llegar ahí el silencio me abandona y su lugar es llenado con los ladridos de los perros que custodian la casa a mis espaldas.
Aguardo de pie a un lado de la carretera esperando a que el gran camión de sirena amarilla haga acto de presencia y antes de este veo pasar varios vehículos cuestionándome ¿quiénes serán?, ¿adónde irán?, pero de la misma forma en que llegan esas preguntas a mi mente, de la misma forma se esfuman dando paso a unas nuevas.
Una vez que el autobús se detiene frente a mí, subo a este y busco un asiento libre; trato de no armar mucho revuelo pues no me gusta ser el centro de atención.
El camión hace dos paradas más antes de llegar al lugar en donde aguardará un pequeño lapso de tiempo para que la mayoría de los jóvenes universitarios logren abordarlo. Una vez habiendo hecho estas paradas, el camión se queda con muy pocos pasajeros a bordo, la mayoría sumidos en sus pensamientos o tomando una siesta.
Después de unos minutos de estar aguardando, poco a poco el autobús se va llenando de pasajeros; el tiempo de partida de este se va aminorando y los estudiantes a bordo van aumentando. Pasados unos minutos el autobús inicia su recorrido hasta valles.
Con el tiempo exacto para el inicio de clases y con más estudiantes a bordo de los que los asientos del camión puede atender, el autobús llega a valles y una vez habiéndose estacionado; los estudiantes comienzan a desabordar para de inmediato dirigirse a su primera clase y comenzar con un día más de aprendizaje.
Carlos Rodríguez Zárate, primer lugar del concurso Storytelling CUValles